______________________________________________________
HiN III, 5 (2002)
______________________________________________________
Oliver Lubrich
„Egipcios por doquier“.
Alejandro de Humboldt y su visión ‘orientalista’ de América
5. Terminología
Humboldt emplea el concepto „Oriente“ de manera acrítica, aun cuando éste sea no sólo vago, sino también de un elevado carácter ideológico desde el punto de vista actual. Pero, ¿cómo se comporta el concepto en relación con América? ¿Fue Humboldt no sólo parte de ese „orientalismo“ analizado por Edward Said en tanto discurso de dominación europeo,[1] y que el propio Humboldt transpola al continente americano; sino que operaba además en un „occidentalismo“ de creación análoga, como discurso específico sobre el „Nuevo Mundo“? ¿Correspondía su visión „orientalista“ a una mirada „occidentalizante“? ¿Participa Humboldt de un discurso „americanizante“, de un „americanismo“ o, más exactamente, de un „latinoamericanismo“? El ensayista cubano Enrico Mario Santí critica a la Latinoamericanística europea y norteamericana – los también llamados Latin American Studies –, por ser precisamente un discurso de dominación, no sólo sobre América como un todo, sino sobre América Latina en tanto unidad específica, en el sentido de Michel Foucault o Edward Said: es decir, como „Latinoamericanismo“.[2]
Alejandro de Humboldt se inscribe sin duda en una tradición de autores europeos – y más tarde norteamericanos[3] – que (re)producían un discurso más o menos coherente y topológico sobre América Latina.[4] En repetidas ocasiones se le ha imputado al naturalista alemán una función para-colonialista en sentido directamente instrumental[5] o indirectamente discursivo.[6]
Sin embargo, la relación de viaje de Humboldt sobre América se diferencia en varios puntos esenciales de ese „orientalismo“ tal como lo define Edward Said, o de un „latinoamericanismo“ en el sentido de Santí: América jamás es entendida como una entidad fija a la que es posible adjudicar clichés,[7] sino como un ente que está siendo continuamente diferenciado, historiado de forma consecuente y relacionado mediante comparaciones de carácter universal.
Esto se pone de manifiesto ya en el nivel de los conceptos. Humboldt emplea en el transcurso de su relación de viaje un sinnúmero de calificativos para designar las regiones por él recorridas: „Amérique“, „les Indes“, „Nouveau Monde“, „Nouveau Continent“, „régions équinoxiales“, „Tropiques“, „climats“, „hémisphère“, „l’Occident“, „l’ouest“, „colonies espagnoles“, „zone torride“, „provinces d’outre-mer“, „contrées“, „pays“, „Terre-Ferme“, „Paria“, „Tierra de Amerigo“ y decenas de otros términos muy bien diferenciados entre sí desde el punto de vista semántico, provistos además de connotaciones distintas. En particular, Humboldt vincula diversos substantivos („région“, „continent“, „monde“, „colonie“, „province“, „climats“, „zone“, „contrées“, „pays“ etc.) y atributos („équinoxiale“, „nouveau“, „espagnole“, „torride“ etc.) de una forma combinatoria arbitraria. (El concepto „América Latina“ no aparece todavía.)
De ese modo, Humboldt no sólo se resiste a implantar un concepto geográfico general y a desarrollar un master signifier continuamente repetido y por ello radicalmente despojado de sus raíces etimológicas, un concepto que al mismo tiempo es enriquecido a todas vistas con sentido, al cual pudieran atribuirse de manera sucesiva otros estereotipos que servirían para perfilarlo, consolidarlo e inmunizarlo, tal como lo ha descrito Edward Said a partir de la concepción europea del „Oriente“. La inabarcable secuencia de términos en sus distintas variaciones parece poder demostrar la imposibilidad de establecer una definición esencialista de esa índole (o puede que sea un síntoma de esa imposibilidad). Para designar a „América“, Alejandro de Humboldt no crea ni adopta ningún concepto comparable al del „Oriente“ en la obra de Said. En ese sentido, su discurso – a pesar de toda „orientalización“ en el detalle, con todas sus implicaciones ideológicas – no es en ningún modo análogo al del „orientalismo“. La relación de viaje de Humboldt no es un texto representativo del „latinoamericanismo“.
Desde el punto de vista geográfico, la palabra „oriental“, en su acepción de „situado al este“, es un concepto muy relativo que no sólo puede ser usado en Europa sino también dentro del „Nuevo Mundo“ („La Cordillère, que nous venons de désigner sous le nom d’orientale“ [III.202]; „La Cordillera que acabamos de designar con el nombre de oriental“; „la partie orientale de la Guyane“ [II.699] „la parte oriental de la Guayana“; „des régions chaudes et orientales de l’Amérique du Sud“ [II.585]; „las regiones cálidas y orientales de la América del Sur“; „côtes orientales“ [II.573]; „costas orientales“; etc.).[8] Incluso el término „Oriente“ – aunque aquí precisamente podría evitarse con facilidad una coincidencia de ambos niveles de significado, usando el término francés „l'Est“ („el Este“), más exacto e inequívoco –, puede designar desde el punto de vista geográfico una parte de América del Sur, es decir el „este“ de Sudamérica („des contrées de l'Orient“ [II.696]; „los países del Oriente“).
Son varias las geografías que entran en competencia entre ellas. Por una parte, justamente desde el punto de vista cultural, va estableciéndose una demarcación entre dos grandes categorías: „Oriente“ y „Occidente“. Por otra parte, en el aspecto geográfico, el mundo queda dividido en dos mitades, „l'hémisphère occidental“ y „l'hémisphère oriental“ [III.232]. La coincidencia de las dimensiones cultural y geográfica de los términos „oriental“ y „l'Orient“ es diseminativa desde el punto de vista semántico.
De manera análoga sucede con el término „Nouveau Continent“ en relación con Europa y el Oriente: el término „Occidente“ („l’occident“, „L’Occident“) designa en Humboldt tanto a Europa [III.89] como a América [II.539]. Del mismo modo que el „Oriente“ puede ser considerado tanto una parte del Viejo Mundo („occidental“ versus „oriental“ [III.232] en el significado original de los conceptos[9]) que separado de éste, también el Nuevo Mundo es a un mismo tiempo, como resultado de su „orientalización“ literaria, el opuesto casi oriental, mientras que el „Occidente“, por el contrario, constituye parte del „Oeste“ y de Europa y funge a su vez como antítesis del Oriente.[10] El sistema topográfico que Humboldt esboza en su Relation historique… es en sí mismo contradictorio si se lo observa detalladamente.[11]
[1] Mientras que Edward Said, en su opus magnum, todavía describía el Orientalismo como un dispositivo discursivo inevitable, más tarde admitió la existencia de una excepción: a partir de los textos de Jean Genet sobre las guerras de independencia de argelinos y palestinos, Les paravents y Un captif amoureux; véase: Edward Said, „On Jean Genet's Late Work“, en: J. Ellen Gainor [ed.], Imperialism and Theatre: Essay on World Theatre, Drama ans Performance, Londres/Nueva York 1995, pp. 230-242.
[2] Enrico Mario Santí, „Latinoamericanismo“, en: Vuelta 18:210 (mayo 1994), pp. 62-64.
[3] Sobre la oleada de viajeros norteamericanos a Sudamérica que desató la obra de Humboldt, véase: Robert A. McNeil, „The Humboldt Current: Northern European Naturalists in Latin America. A Bibliographical Survey, 1799-1859“, en: Patricia Noble [ed.], Technology, Environment and Social Change (Papers of the Thirty-Eighth Annual Meeting of the ‘Seminar on the Acquisition of Latin American Library Materials’ 38, Instituto de Bibliotecas de la Universidad de Guadalajara / Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Guadalajara, Jalisco, México, mayo 15-20, 1993), University of New Mexico 1995, pp. 24-44.
[4] El canon de este discurso sobre Latinoamérica abarca, después de Colón, Cortés y Bernal Díaz del Castillo, numerosos autores que crean un discurso más o menos ficcional sobre América, el cual puede ser de primera o segunda mano, al tiempo que establecen una cierta tipología, ya sea a través de la reproducción de clichés relativamente ingenuos (como en el caso de los mexicanos de Karl May); o de una historiografía imaginaria (Jakob Wassermann, Das Gold von Caxamalca [1928], Stuttgart 1982); de una subjetividad lírica (Henri Michaux, Ecuador, París 1924); de analogías históricas (Serguéi Eisenstein, „¡Qué viva México!“; véase también: Inga Karetnikova y Leon Steinmetz, Mexico According to Eisenstein; Albuquerque 1991); de escenarios de pesadillas depresivas (Malcolm Lowry, Under the Volcano, Nueva York 1947); de la ritualidad teatral (Antonin Artaud, Oeuvres complètes, París 1971, t. VIII [sobre México]; [del mismo autor]: Le théâtre et son double, París 1964); de alegorías surrealistas (Luis Buñuel, „Subida al cielo“, „La ilusión viaja en tranvía“, „El río y la muerte“ y otras películas; véase, además, del mismo autor: Mon dernier soupir, París 1982); de un pesimismo cultural crítico de Europa (Alfred Döblin, Amazonas, Olten 1988); de una virilidad fantasiosa (Ernest Hemingway, Islands in the Stream, Londres 1970; [del mismo autor]: The Old Man and the Sea, Londres 1952); de la documentación sobre sucesos contemporáneos (Hans Magnus Enzensberger, Das Verhör von Havanna, Francfort del Meno 1972); del motivo de la tentación sensual (Max Frisch, Homo Faber, Francfort del Meno 1977); de la parodia en tono de comedia (Graham Greene, Our Man in Havanna, Londres 1971); de fantasías regresivas en forma de parábola (William Golding, Lord of the Flies, Londres / Boston 1987); de la quintaesencia del terror (Joan Dion, Salvador, Nueva York 1983); del compromiso político (Franz Xaver Kroetz, Nikaragua Tagebuch, Hamburgo 1988); de una crítica romantizante al racionalismo (J.M.G. Le Clézio, Le rêve mexicain, o la pensée interrompue, París 1988), entre muchas otras variantes, ad infinitum.
[5] Véase: Juan A. Ortega y Medina, „Estudio preliminar“, en: Alexander von Humboldt, Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España [trad. de Vicente González Arnao], ed. de Juan A. Ortega y Medina, México 1966, pp. IX-LIII.
[6] Cf. Mary Louise Pratt, „Alexander von Humboldt and the reinvention of América“.
[7] Véase, Said, en particular, pp. 1-28.
[8] Cuando Humboldt concluye la travesía que lo llevaría desde Cuba hasta Colombia, comprueba que el punto más „oriental“ alcanzado por Colón en su viaje de exploración de las costas del macizo sudamericano en el año 1503 está situado mucho más al oeste del Istmo de Panamá. Esto puede interpretarse también de una manera irónica: „Le point le plus oriental vers lequel ce grand homme toucha la terre […] est […] dans l’isthme de Panama.“ [III.538] („El punto más oriental hacia el cual ese gran hombre tocó tierra […] está situado […] en el istmo de Panamá“). Desde allí Colón no llegó ni siquiera al río Sinú, el punto en que Humboldt se encuentra, por no mencionar el hecho de que él, Colón, , ni siquiera llegó a enterarse de que se trataba de un macizo de tierra independiente, no un territorio situado al „este“ o en el „oriente“, tal como Américo Vespucci habría de averiguar más tarde al realizar un bojeo a la costa del continente. Véase: Edmundo O'Gorman, La invención de América, México 1995, en particular, pp. 79-134.
[9] „Oriente“, del lat. oriri, orior, ortus, ortus sum: elevarse, salir, surgir, crecer, comenzar; oriens, -entis, masc. (rec. sol oriens): Este, Levante (fig.); orientalis, -is, -e; levantino, oriental; origo, -inis, fem.: origen. Igualmente: „Occidente“, del lat. occidere, occido, occasum: descender, ponerse, fenecer, caer, desaparecer; occidens, -entis, masc. (rec. sol occidens): Oeste, Poniente (fig.); occidentalis, -is, -e: occidental (~ occido, occisum: derribar, matar).
[10] Cuando Humboldt escribe que hasta 1492 el hemisferio occidental permaneció ignoto para los pueblos de la Europa oriental (incluido el Oriente), tal como lo está todavía „para nosotros hoy“ (es decir, para todos los europeos, los orientales y americanos juntos), la cara oculta de la luna, la analogía no sólo es fallida porque la existencia de esa cara oculta era algo de todas formas indudable, mientras que América entró en el foco de la atención de una manera completamente sorpresiva; sino también porque la triangulación Europa-Oriente-América es ampliada aquí con la introducción de la luna: „Jusqu’à la fin du 15e siècle, l’hémisphère occidental étoit aussi inconnu aux peuples de l’hémisphère oriental que nous l’est aujourd’hui, et que probablement nous le restera toujours, une moitié du globe lunaire.“ [III.232] („Hasta finales del siglo XV, el hemisferio occidental permaneció tan desconocido para los pueblos del hemisferio oriental como lo está hoy para nosotros – y como lo estará probablemente siempre – la otra mitad del globo lunar“). Mientras que antes de Colón ni europeos ni orientales sabían nada de América (cara oculta de la luna), hoy, para completar esa comparación, „vemos“ la cara visible de la luna, tal como antes los europeos veían el Oriente, el lado casi familiar de lo desconocido.
[11] La relación simbólico-topográfica de Europa y América con el Oriente es traducida por Humboldt a una analogía proveniente de la Antigüedad clásica; analogía que es suscitada por la comparación con una civilización americana. Cuando Humboldt establece una relación entre los reyes-soles indígenas („ces prêtres-rois du Pérou qui se disoient fils du Soleil, et […] ces Rois-Soleils chez les Natchez…“ [III.21-22]; „estos sacerdotes-reyes del Perú que se decían hijos del Sol, y […] esos Reyes-Soles de los Natchez [V.r.e.-V.34]) y los hijos de Helios en la mitología griega („…qui rappellent involontairement les Héliades…“ [III.21-22]; „…que recuerdan involuntariamente a los Helíades…“ [V.r.e.-V.34]), atribuye estos últimos explícitamente a la colonia griega de Rodas („…de la première colonie orientale de Rhodes“ [III.21-22]; „…de la primera colonia oriental de Rodas“ [V.r.e.-V.34]). El término „oriental“ oscila aquí hasta la confusión entre su significado neutral geográfico („del este“) y su significado ideológico-cultural („oriental“). También en este caso se borra la diferencia entre Grecia y barbarie (¿Sería Rodas en lo político una parte de Grecia, pero en lo demás realmente un territorio oriental?); entre Europa y el Oriente (¿Cuál de las dos connotaciones de la palabra „oriental“ sería la principal para determinar pertenencia de la isla?); entre metrópoli y colonia (¿Sería Rodas acaso en primer término una colonia „oriental“ de los bárbaros o una colonia de los griegos situada „en el este“?), así como entre el Oeste y el Este (Y en ese caso, ¿dónde pasa la frontera, si es que existe alguna?)
______________________________________________________
<< letzte Seite | Übersicht | nächste Seite >>