Gespiegelte Fassung der elektronischen Zeitschrift auf dem Publikationsserver der Universität Potsdam, Stand: 18. August 2009
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H i N

Alexander von
HUMBOLDT im NETZ

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HiN                                                      III, 4 (2002)
 
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Frank Holl

Humboldt y el Colonialismo

 

4. Opiniones políticas durante el Viaje. Ejemplos:

Los diarios de Humboldt contienen numerosos pasajes críticos respecto del colonialismo. En dichos pasajes se desaprueban, por ejemplo, la organización administrativa del mismo y la deficiente técnica de la minería. Pero ante todo son las manifestaciones del desprecio humano, el maltrato de los indígenas y la esclavitud, lo que despiertan la severidad del viajero. En su análisis sobre la inhumanidad del colonialismo, Humboldt escribió: "No hay otro sitio donde se avergüenza uno de ser europeo como en las Antillas, sean estas francesas, inglesas, danesas o españolas. La discusión sobre cual nación trata a los negros con más humanidad es hacer burla de esta última palabra, es cómo preguntar si es más cómodo que le abran a uno el estómago en lugar de ser desollado." (Humboldt 1982, 64).

Acerca del maltrato de los indígenas por los misioneros, principalmente en las regiones cercanas al Orinoco, escribió: "Ninguna religión pregona la inmoralidad, pero con certeza puede afirmarse que de todas las religiones existentes la cristiana es aquella detrás de cuya máscara la gente llega a ser de lo más infeliz. Quien visite las misiones y las chozas de los desafortunados americanos sujetos al látigo de los frailes franciscanos y capuchinos; sólo deseará vivir en una isla desierta y no volver a saber más de los europeos y su teocracia". (Humboldt 1982, 64).

En otra parte de sus diarios Humboldt constató: "Los indígenas han sido exterminados en las minas como si fueran animales de carga, principalmente porque en un mal gobierno todo el peso recae sobre la clase más baja y desamparada." (Humboldt 1986, 123), y continúa: "A los indígenas les va como a los negros. Si no mueren por los golpes que se les propina, se dice, entonces están bien." (Humboldt 1982, 138). 

Después de su visita a la mina de Guanajuato en México, Humboldt escribió sobre la situación de los indígenas tenateros, quienes sin protección alguna tenían que subir hasta 15 metros con sacos de minerales de unas 350 libras al lomo y sin más escalera que la que resultaba de troncos de árbol con muescas: "Desafortunados descendientes de un linaje que ha sido despojado de sus propiedades. ¿Dónde encuentra uno otro caso en que toda, toda una nación ha perdido la totalidad de sus propiedades?" (Humboldt 1986, 368).

Humboldt no albergaba duda alguna de que las revoluciones eran necesarias. Ya en el año 1800, en Cumaná (Venezuela), deplora los monocultivos fomentados por el colonialismo, así como la consiguiente dependencia colonial de las importaciones, describiéndola como "situación forzosa actual" que no podría durar mucho. A este respecto establece una relación entre el orden natural y la libertad humana: "Si las revoluciones acabaran con esta situación forzosa, se produciría seda, vino, aceite, se tejería aquí mismo en una existencia libre y autónoma, entonces el comercio exterior disminuiría poco a poco [...]. Todo volvería entonces a una situación natural, pues ciertamente no es natural una situación por la que aquí todo ha de estar cubierto de plantaciones de caña de azúcar y de índigo, para que con esos productos se puedan comprar, traer cosas, que la bondadosa naturaleza produce con la misma calidad. p. e. vino". (Humboldt 2000, 271).

Acerca de la situación socioeconómica de Cuba, Humboldt opinaba: "Una hacienda de caña de la isla de Cuba no produce prácticamente más que azúcar. Sin la carne importada de Barcelona y Buenos Aires, Cuba moriría de hambre. La isla depende de circunstancias externas. Las haciendas esclavistas suponen condiciones antinaturales y a su vez dan origen a situaciones inéditas, todavía más contrarias a la naturaleza. Pero es claro que todo aquello que vaya en contra de la naturaleza es injusto, malo y carece de estabilidad." (Humboldt 1986, 87). Pero no fue sino hasta su regreso a Europa que por primera vez manifestó abiertamente su crítica. 

 

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