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Jorge Ortiz Sotelo
Thalassa – Asociación de Historia Marítima y Naval Iberoamericana

Aportes de Humboldt 
a la náutica y a la oceanografía peruana

4. Su viaje en la Castor

 

Luego de buscar inútilmente una nave que lo llevara a Acapulco, junto con Aimé Bonpland, Humboldt consiguió la autorización del virrey para poder ser transportado en la corbeta de guerra Castor, que al mando del teniente de fragata José de Moraleda debía dirigirse primero a Guayaquil y luego a Panamá para iniciar desde allí un levantamiento de la costa hasta Sonsonate.

 

Natural de Pasajes, Guipúzcoa, el teniente de fragata José de Moraleda y Montero de Espinosa había llegado al Callao en 1773, a bordo de la urca Monserrat, y en poco tiempo se había convertido en el principal piloto de la Real Armada en el Callao. En 1785 realizó el reconocimiento de Ilo y elaboró una magnífica carta de ese puerto; entre 1786 y 1790 llevó a cabo una notable campaña hidrográfica y cartográfica en el archipiélago de Chiloé; y entre 1792 y 1795 vuelve al extremo sur del continente para levantar la costa entre los 41° y 46° de latitud sur. El viaje que emprendió a finales de 1802 demandaría dos años más de continuos trabajos. Moraleda también tomó parte en diversas acciones y campañas navales a lo largo del Pacífico sudamericano, tanto antes de la firma de la Paz de Amiens como después que se reiniciaran las hostilidades. Colaboró con la expedición Malaspina, fue ayudante del Cuerpo de Pilotos y director de la Academia Real de Náutica de Lima, función esta última que retuvo hasta su deceso en 1810, aun cuando en la práctica tal función fue ejercida por el alférez de navío Andrés Baleato, puesto que Moraleda pasó la mayor parte de ese tiempo al mando de la ya mencionada Castor (O’Donnell 1990, 69-81).

 

En 1802, con cincuenta y dos años de edad, el comandante de la corbeta Castor era pues un marino experimentado y con un amplio conocimiento de las costas americanas. Su nave tenía 446 toneladas y una dotación de 91 hombres, que incluían a los tripulantes de la goleta Alavesa, que se construía en Guayaquil para acompañarla en el reconocimiento de las costas centroamericanas. La Castor zarpó a la 1 de la tarde del 24 de diciembre de 1802, llevando varios pasajeros militares y civiles, de los cuales el diario de Moraleda dedica a Humboldt y a su viaje un largo comentario, mencionando brevemente a su acompañante Bonpland[1]:

 

“Alexander Federico Barón Dumbolt (sic), natural de Berlín. Este joven prusiano, cuya educación instructiva fue encargada al hábil Mr. Foster, viajó con éste por gran parte de la Alemania, Francia e Inglaterra, el espacio de 5 años, hasta que habiendo tomado Foster con el mayor ardor el partido de la revolución de la Francia, lo dejó el Barón y regresó a Berlín donde entró en el cuerpo de la Minería y nombrado consejero de las minas de Friver, cuya plaza conserva por S.M.P.; y obtenido su permiso y recomendación para viajar por las Indias Occidentales, lo ha verificado discurriendo la costa y provincia toda de Venezuela, el río del Orinoco y parte del Negro hasta el fuerte de San Juan de Maribatana de los portugueses; del Río Negro pasó otra vez al Orinoco por el caudaloso Casiquiari, y volvió a navegar el Orinoco hasta el pueblo de Esmeraldas, y de éste hasta la Angostura; y por los llanos de Nueva Barcelona a Cumaná, y de ésta a La Habana. De esta ciudad pasó a la de Cartagena, y por el Río de la Magdalena a Santa Fe de Bogotá; de esta capital se dirigió a la del Perú por la montaña de Quinduy, ciudades de Cartago, Popayán, Quito, Cuenca, Loja, Jaén de Bracamoros, donde reconoció la parte del Marañón inmediata, y pasó a lo mismo al mineral de Hualgayoc o Chota, siguiendo su marcha por Cajamarca y Trujillo a Lima, de donde se dirige a Guayaquil para viajar desde él a Acapulco.

 

“Posee este viajero el derecho y diplomacia, la química y minerología, la botánica y demás ramos de historia natural, y no vulgares conocimientos de la astronomía. Le acompaña Mr. Alexandro Bonpland, natural de Neufchatel en la Suiza. El fin de los viajes del Barón y su asidua aplicación, es dar una física general del mundo, y Bonpland observa y trata la parte de historia natural y de costumbres de los diversos países que discurren, y la medicina. Pero una tal obra parece pide para su exactitud alguna más detención que la que emplean en los viajes que hacen al intento, pues en ellos han corrido, si con intrepidez, también como un torrente rápido una inmensidad de país en muy poco tiempo.

 

“Como parece preciso haya de tratarse en la obra Física General del Mundo que el barón Dumbolt (sic) se ha propuesto dar, sobre los diferentes estados de frío y calor respectivos de las aguas del mar, ya para los diversos fines a que pueda aplicarse los resultados de esas observaciones, o ya para el utilísimo (si llegase a realizarse) de averiguar por ellas las cercanías inesperadas a la tierra, bajos u otros riesgos de la navegación, como se promueve en la Memoria de Jonathan Williams, Jun, presentada a la Sociedad Filosófica Americana de Filadelfia en 1790 sobre el uso del termómetro en la navegación, el citado Barón ha hecho varias observaciones en el puerto del Callao introduciendo el termómetro en la mar, y de sus resultas nos ha asegurado que habiéndolas practicado en todas las costas y puertos de la América en que ha estado, en ninguno ha encontrado en el agua el grado de frialdad que este puerto. Muchas razones podrá hallar el Barón para esa particular frialdad, pero me parece que una atmósfera casi constantemente toldada como esta, debe entrar en el número de las demás.”

 

Como ya se explicó al tratar sobre el problema de la longitud, una vez iniciada la navegación era necesario utilizar los dos cronómetros Arnold que llevaba la corbeta. El Arnold 154 era del brigadier Ugarte, y el 262 había sido propiedad del finado capitán de fragata Felipe Martínez. Sin embargo, como señaló Moraleda antes de zarpar, “Esta máquina, que nunca ha sido de confianza, acaba de salir de las manos de un relojero, no ha habido tiempo de observarla, a consecuencia, es muy probable su defectuosa marcha, y consiguiente su inutilidad”.

 

No se equivocó en su percepción, y más aún, el Arnold 154 tampoco funcionó adecuadamente. Por tal motivo, el cronómetro de Humboldt fue utilizado como un elemento complementario para determinar la posición de la nave y de algunos puntos de costa e islas durante la navegación. Fue así que a partir del día 26 se consigna la longitud estimada junto con la calculada “Por el pequeño relox de longitud del Barón Dumbolt (sic)”. La diferencia de ambas longitudes, unida a la latitud estimada, permitió señalar que “nos ha conducido la corriente al N 24° O la distancia de 39.5 millas, siguiendo la misma dirección que se le observó desde la salida del Callao hasta dicho farallón.”

 

Al día siguiente se vuelve a consignar la posición estimada, y una marcación al extremo sur de las islas Lobos en N 37° O, a 18 leguas. “Pero habiendo el Barón deducido por su reloj la longitud de 74° 9’, que tenemos por muy preferente a la de estima, queda lo más sur de dichas islas al N 23° O, distancia de 15 leguas”.

 

En la navegación del 28 al 29, se determina una longitud de 74° 36’ 45” al oeste de Cádiz, y a la vista de las puntas Falsa y Aguja. Sin embargo, el diario de Moraleda consigna: “Por el reloj del Barón Dumbolt (sic) se ha deducido la longitud de 74° 53’ que respecto a la vista y rumbo a que está la tierra y la situación que dan a ésta nuestras citadas cartas del Depósito Hidrográfico, es bastante exacta la longitud observada dicha; y manifiesta que el error de la estima es próximamente de ocho leguas el buque al occidente de ella”.

El 30, a la altura de Punta Malpelo, la corbeta se pone al habla con el bergantín San Isidro, por cuyo capitán toman conocimiento que la Alavesa finalmente ha sido botada al agua. Tres días después, luego de una laboriosa surcada por el Guayas, fondean en Guayaquil, donde Humboldt y Bonpland desembarcan el 4 de enero de 1803.

 

El viaje a bordo de la Castor permite a Humboldt realizar mediciones de temperatura del mar a distancia de la costa, pudiendo así determinar que ésta es varios grados más cálida que la que está cerca de la orilla. También le permite calcular las posiciones de varios puntos de la costa, conforme hemos referido al inicio de esta ponencia. Finalmente, los once días que pasó a bordo de la corbeta de guerra española Castor lo pusieron en contacto con un personaje como Moraleda, que llevaba varios años recorriéndolo y explorándolo. No sabemos si esa eventual vinculación le sirvió de algo al científico alemán, pero ciertamente sí conocemos que él contribuyó de manera significativa al mejor conocimiento no sólo de nuestro mar y el litoral que baña, sino del interior del país. Contradecía así las palabras que Moraleda escribió en su diario, pues si bien recorrió “como un torrente rápido una inmensidad del país en muy poco tiempo”, su obra fue enorme y ha perdurado a través del tiempo.



[1] Museo Naval, Madrid, Ms. 612. Diario de los viajes desde el puerto del Callao a los de Guayaquil y Panamá, y de estos al reconocimiento y demarcación de las costas de Veragua, Rica, Nicaragua y Guatemala, hechos de orden de El Rey sobre la corbeta de S. Majestad nombrada Castor por su comandante D. José de Moraleda y Montero, teniente de fragata de la Real Armada y Ayudante del Cuerpo de Pilotos de ella en el Apostadero de el Callao de Lima, años de 1803 y 1804.

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Letzte Aktualisierung: 21 November 2007 | Kraft
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