Gespiegelte Fassung der elektronischen Zeitschrift auf dem Publikationsserver der Universität Potsdam, Stand: 18. August 2009
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HiN                                                      III, 5 (2002)

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Jose Alberto Navas Sierra

Humboldt y el ‘Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA)’
Un ejercicio de ‘ciencia humboldtiana’

 

2. El ‘Área de Libre Comercio de las Américas’ (ALCA).

Como ‘ruptura’ histórica que es, el actual proceso de ‘planetización’ de las relaciones internacionales, tanto o más liberal y radical  de lo que 200 años atrás significó la ‘atlantización’ del credo y práctica liberales, resultará para los países latinoamericanos un ‘desafío’  integral –o global-, no menos trascendente que el asumido a comienzos del XIX, máxime cuando la iniciativa y dinámica del mismo descansan ahora en el continente mismo, y en particular de los países del ‘Norte’, EE.UU., y Canadá.

Si bien con anterioridad a la preformalización del nuevo orden internacional Iberoamérica acogió con entusiasmo su participación en la aludida ‘globalización’ asumiendo para ello drásticos procesos de liberación ‘hacia fuera’ [1] y privatización de sus anteriormente sobre-protegidas economías nacionales, lo cierto es que por diferentes razones que no son objeto de este apartado, en 1994, con ocasión de la que se conoció como la 1ra ‘Cumbre de las Américas’ reunida en Miami, el gobierno de los EE.UU., nada más iniciada la 1ra Administración de Bill Clinton, decidió proponer al resto del continente americano la formación de un único espacio económico y comercial, que desde entonces se conoce como ‘Área de Libre Comercio de las Américas –‘ALCA’-, y que en sí constituyó una extensión geográfica del ‘Tratado de Libre Comercio’ –‘TLC’ (‘NAFTA’ en inglés)- que con objetivos y pretensiones similares suscribieron en el año de 1990, por impulso del entonces presidente Jorge Bush –padre- Canadá, EE. UU., y México, acuerdo actualmente en pleno desarrollo.

Sin que haya lugar aquí a indagar sobre los largos y complejos antecedentes históricos del Tratado ALCA[2], y si bien el mismo no parece constituir una condición ni esencial ni necesaria al liderazgo que los EE. UU., han decidido asumir en el actual proceso de ‘globalización’ planetaria, no menos evidente aparece que, ante la ausencia de una mejor alternativa, la iniciativa norteamericana es ya para resto del continente americano –Iberoamérica en concreto- el único marco global e integral en base al cual sus países deberán enfrentar el aquí llamado 3er ciclo de reinserción internacional.

Así pues, y como hace 175 años, los antiguos ex-dominios de España y Portugal –de nuevo con la exclusión de Cuba y Puerto Rico, pero con la inclusión de 14 nuevos Estados- y en calidad de ‘convidados de piedra’  en semejante alianza continental, ratificaron en Quebec su adhesión a un proyecto de ‘globalización dependiente’ cuyos compromisos comerciales deberán quedar perfeccionado en el año 2005. Al momento de suscribir las anteriores, pero en particular la última ‘Declaración de Quebec’, y no sin cierta paradoja, Iberoamérica parece ahora dispuesta a adherirse con casi total pasividad  en le propuesta ‘ALCA’, repitiendo con ello las circunstancias y condiciones que a comienzos del siglo XIX le impusieron –luego de conquistada su independencia política-  las principales potencias europeas -y en buena forma los mismos EE.UU.,- para su plena incorporarse en la aquí llamada ‘atlantización’ post-napoleónica de la economía occidental.



[1] Se opta por hacer esta matización pues lo cierto es que el sub-continente iberoamericano acometió desde comienzos de los años 60 del siglo pasado un largo y cambiante –hasta el presente poco exitoso- proceso de integración y liberación comercial regional y sub-regional, que ahora parece se extenderá al proceso de integración continental ‘ALCA’.

[2] Aunque es todavía frecuente encontrar que fueron J. Monroe -con su famosa ‘Declaración’ de diciembre de 1823-, o bien en su caso S. Bolívar -finalmente el Congreso de Panamá de 1826- los padres del ‘panamericanismo’ , lo cierto es que está suficientemente decantado en la bibliografía del tema que a pesar del sin­número –y por lo demás variopintas- propuestas de alianza, unión o mera asociación panamericana, fue sólo hasta 1881 cuando en verdad se concretó una 1ra y real propuesta de alianza continental; iniciativa que desde entonces asumieron los EE.UU. Aunque la convocatoria que entonces hizo James G. Blaine, -1er Secretario de Estado del Presidente Ch.A. Arthur- al resto de sus colegas americanos para deliberar en Washington en torno a una alianza hemisférica, tuvo que posponerse por motivo de la ‘Guerra del Pacífico’, fue en 1889 cuando por iniciativa del mismo Blaine –ahora 2do Secretario de Estado del Presidente B. Harrison- se concretó una primera y ambiciosa agenda de acción común: comercial, aduanera, monetaria, propiedad intelectual, extradición y arbitraje  optativo. Es también conocido que dichos compromisos fueron luego ratificados y ampliados durante las sucesivas ‘Conferencias Panamericanas’ que, no sin vicisitudes, se realizaron a lo largo de la 1ra mitad del siglo XX. Lo anterior,  no obstante la ‘Guerra Hispanonorteamericana’ –que tan poca solidaridad iberoamericana generó-, pero fundamentalmente en razón de la usurpación norteamericana en Panamá y posteriores invasiones de Santo Domingo, Haití y Nicaragua; recelos que fueron finalmente superados gracias a la visión y estilo  del Presidente W. Wilson que, entre otras cosas, logró anular los nuevos intentos ‘panhispanistas’ de comienzos del siglo XX . A pesar de posteriores disputas entre EE.UU., Chile, México, Nicaragua y el Caribe, en 1948, con ocasión de la IX Conferencia de Bogotá y en medio de la asonada popular del ‘bogotazo’, se creó la ’Organización de Estados Americanos’ (OEA) con pretensión de gran organismo deliberativo y ejecutivo de la Alianza americana. Como es sabido, en 1961, y ante la inminente exportabilidad de la ‘revolución castrista’, el recién posesionado J.F. Kennedy  propuso y suscribió con el resto de sus colegas iberoamericanos –Conferencia de Punta del Este, Uruguay  y de desde entonces con la exclusión de Cuba- lo que entonces se llamó ‘Alianza para el progreso’ . Con un apoyo financiero de los EE.UU., similar al anterior Plan Marshall para la Europa de la post-guerra, se pactó una radical transformación económica, social e institucional de los países latinoamericanos. A pesar de haber quedado en mero enunciado el cumplimiento de tales compromisos, en 1990 el presidente Jorge Bush –padre- lanzó la idea de crear una ‘Área de libre comercio de las Américas’ que empezó por concretar con un primer tratado tripartido con Canadá y México que se conoce como NAFTA. A imitación de J.F.K, el recién posesionado B.Clinton, implementó en 1994 la propuesta Bush logrando reunir en Miami la que se conoció como la 1ra ‘Cumbre de las Américas’ cuya ‘Declaración’. Emulando lo pactado en la citada ‘Alianza para el Progreso’, éste nuevo acuerdo obliga a los países latinoamericanos a una todavía más radical agenda de reformas internas y mecanismos de convergencia continental a nivel comercial, aduanero  y político-institucional, tal cual se ha venido ratificando en las ‘cumbres’ de Santiago de Chile (1998) y Quebec (abril de 2001). Harry BER­NSTEIN: The origins of inter-american interest, 1700-1812. Philadelphia 1945. David Y. THOMAS: Panamericanis and panhispanism. En: The North American review, 1923; CCXVI; pp. 327 y ss. Samuel Guy INMAN: The Monroe doctrine and Hispanic America. En: The Hispanic American historical review. 1921, IV (4); pp. 635 y ss,. Julio César CHAVEZ: La idea de la Confederación de América. En: III. Congreso Hispanoamericano de Historia. Cartagena de Indias; 1962, t. 1º; pp. 361 y ss. Edmundo A. HEREDIA: Primeras misiones integracionistas latinoamericanas (1810-1826) En: Anuario de estudios americanos. 1993; L, (2); pp. 187 y ss. Leoncio LÓPEZ-OCÓN:Biografía de ‘La América’. Una crónica del Liberalismo democrático español (1857-1886) Madrid 1987.

 

  

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