Gespiegelte Fassung der elektronischen Zeitschrift auf dem Publikationsserver der Universität Potsdam, Stand: 18. August 2009
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HiN                                                      III, 5 (2002)

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Jose Alberto Navas Sierra

Humboldt y el ‘Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA)’
Un ejercicio de ‘ciencia humboldtiana’

 

1. ¿Otra vez Humboldt?

Se ha dicho que fue sólo a comienzos del siglo XVII, cuando Europa terminó por ‘conquistar’, en verdad incorporar-, a su conciencia egocéntrica la realidad de América como una entidad espacial y temporal sui-géneris. Dicho proceso, que duró poco más de un siglo, y cuyo liderazgo indiscutido –humana, intelectual, política y económicamente- asumió España, terminó por imponer en Europa la existencia de un cuarto y singular continente[1]; y tras ello, la primera concepción -no menos trascendente en su momento- de la unidad y globalidad, física y espacial, del planeta Tierra.

Siendo Europa siempre el epicentro de toda referencia geográfica y cultural, el ‘Nuevo continente’, situado al Oeste  del que por ‘comparación’[2] pasó a llamarse ‘Viejo con­ti­nen­te’- y el extremo Este (Asia) y Sur (Africa), a comienzos del siglo XVII América se convirtió en la definitiva y nueva frontera de Europa[3]. Este horizonte –económico, político y cultural- se hizo cada vez mayor en tanto crecía la ocupación física y explotación de las riquezas de tan inmen­so territorio; una y otra cosa base de las complejas redes de intereses y rivalidades que dominarían las relaciones y conflictos inter-imperiales -europeo-americanos- a lo largo de los siguientes 170 años; o lo que es lo mismo, hasta el momento en que esa América empezó a hacerse independiente de sus metrópolis; proceso que se inició precisamente en los más reducidos y ‘jóvenes’ dominios coloniales: las llamadas ‘Trece colonias’ anglo­ame­ri­canas.

Como es sabido, la ‘expedición’ americana de Humboldt se inició 16 años después de con­so­lidada la independencia de los EE.UU., de América; y más precisamente cuando Europa –aún sin decantar su convulsionado proceso revolucionario continental- no terminaba de respon­der­se lo que para ella significaría este primer fraccionamiento de la que hasta entonces había sido su unidad y sobre todo ‘frontera’ [4]dominantes. Aunque la estadía de Humboldt en los ‘jóvenes’ EE.UU., de América duró algo menos de 3 meses y se produjo luego de casi 5 años de estar expedicionando a lo largo del continente ‘suramericano’ [5], fue éste uno, si no el primero, de los ilustrados europeos que con alguna an­ti­ci­pación alcanzó apenas a vislumbrar el papel que la futura Amé­ri­ca podría jugar cara la Europa  y sobre todo Occidente post-napoleónicos.

No obstante, y aunque está suficientemente decantado en la bibliografía humboldtiana que si bien Humboldt en sus primeras obras americanas estimó apenas como posible -aunque no inminente-, la emancipación hispanoamericana[6], lo cierto fue que en las entregas finales de sus trabajos, im­pe­­lido por la impotencia militar y diplomática de España para reinstaurar su soberanía en Amé­rica, ter­minó por aceptar la globalidad del fenómeno revolucionario y eman­ci­pa­dor americano; pregun­tán­dose –entre otras cosas- como habría de recomponerse el fraccionamiento de un horizonte histórico que por más de 2 siglos había impulsado parte tan importante de la dinámica política y económica del ‘Viejo’ continente.

Alentado muy seguramente por el ya notable precedente angloamericano, pero consciente del ma­re­­magno político y diplomático europeo en torno al reconocimiento político de los emer­gen­tes Es­tados hispanoamericanos[7], pero todavía más preocupado por el nuevo orden de relaciones políticas y sobre todo económicas que habrían de imponerse entre la ‘vieja’ Europa y el que una vez más pasó a recordarse como el ‘Nuevo’ continente, Humboldt lanzó su hipótesis de 1825, ob­je­to de este trabajo. En ella reservó  a las nuevas relaciones e intereses eco­nó­micos  y sobre todo co­mer­ciales -ya explícitos en 1822[8]-, que inevitablemente se impondrían entre la América ex-es­pañola y la Europa post-napoleónica, la dinámica requerida para la reconstitución, así fuera bajo otros pa­rá­metros, de su antigua ‘frontera’ americana.

Sin embargo, con su casi lacónico ‘insertus’ de 1825, Humboldt no escapó a la tradición ego­cén­trica europea que reducía la historia universal a su propia historia[9]: una vez más, como había sido propio a las pri­me­ras polémicas que en Europa acompañaron la asimilación del descubrimiento y fenómeno americano, se trataba ahora de predecir, no sólo lo que sería para Europa el nuevo orden político y económico mundial, una vez se decantase la emancipación his­pa­no­ame­ri­cana[10], sino -y sobre todo- el papel que Europa debería jugar en pro de la reinserción de los inmensos mercados, po­bla­cio­nes y riquezas hispanoamericanos que de manera tan generosa Humboldt se había anticipado a publicar anticipadamente en Europa; para algunos -ya entonces y gracias a sus obras- como el nuevo ’dorado’, objeto de tantas apetencias e eminentes rivalidades intra-euro­peas. No obstante, fue apenas en 1845, con la publicación de su obra cumbre, ‘Cosmos’, cuando Humboldt propicio una revisión íntegral -no egocéntrica- de las relaciones entre América y Eu­ropa, ahora centrada sobre el impacto que el ‘nuevo’ continente americano estaba llamado a pro­­ducir en el ‘viejo’ continente [11].

De acuerdo a lo analizado en otro trabajo sobre el tema[12], está claro que el comercio e inversión jugaron un rol determinante en la pretendida reinserción de casi todo el continente ame­ricano en la economía contemporánea; cosa que de por sí, en 1825 y luego de 43 años de independencia, resultaba explícito respecto de los EE.UU[13]; situación y perspectiva que Humboldt ge­neralizó para el resto del continente 21 años después de haber concluido su ‘expedición’ his­pa­no­americana. Sin embargo, y como ya se ha demostrado, dicho proceso de reinserción inter­nacional finalmente se cumplió de manera muy diferente respecto del mundo hispanoamericano, sub-con­tinente que -y después del segundo tercio del siglo XIX-, quedó nuevamente sujeto a una con­di­ción típica­men­te neo-co­lonial.

Por su parte, y en significativo contraste con lo sucedido al sur del continente, el rápido éxito de reinserción internacional alcanzado por los EE. UU., se habría debido, entre otros muchos fac­to­res[14], a la temprana y eficiente recomposición de sus antiguos nexos económicos con su ex-metrópoli y en general con el ‘viejo’ continente. Como ya se vio, para comienzos del siglo XX, pero particularmente después de la Iª Guerra Mundial, el fracaso comparativo de Hispanoamérica para reposicionarse internacionalmente, se corresponde con la irrupción de los EE. UU., como la única y definitiva potencial continental, y pocos años después como nueva potencial mundial; pre­ci­sa­men­te tras su victoriosa ‘guerra hispanoamericana’ por la que aquellos aniquilaron los restos del an­tiguo imperio español americano y asiático.

Casi un siglo después de la emancipación hispanoamericana, tras la irrupción continental y mundial de los EE.UU., y consecuente relegamiento iberoamericano, Europa terminó por renunciar paulatinamente a su antigua ‘frontera’ americana. Ciertamente no dejaría de sor­pren­der que nada más concluida la independencia norteame­ri­ca­na, y cuando aún no se vislumbraba el inicio de la emancipación del resto del continente, Eu­ro­pa se viese de nuevo envuelta en una larga y integral conflagración continental en la que, des­pués de 100 años, América no quedó expresamente involucrada como una pieza más dentro de la estrategia geopolítica de las grandes guerras intra-europeas[15], conforme había acontecido en especial a lo largo de todo el siglo XVIII.

Está suficientemente admitido que la pérdida de la frontera americana no impidió que Europa optara por proyectar, con renovado ímpetu, una nueva vocación colonial sobre Asia y África, te­rri­to­rios con los que aquella, mal que bien, compartía, desde mucho antes del descubrimiento de América, la con­dición de ‘viejo’ continente. A su vez, y consecuente con la paulatina ‘retirada’ europea de Amé­rica, los EE.UU., pasaron a convertirse -casi por mera inercia geopolítica-, en el nuevo ‘centro’ -incluso ‘frontera’- de re­fe­rencia y eje fundamental de la dinámica económica del resto del con­ti­nen­te americano. Sin embargo, y como ya se adujo con cifras al respecto, en razón tanto de la ya manifiesta ‘brecha’ existe entre el ‘Norte’ y ‘Sur’ americanos a comienzos del siglo XIX, como de la asincrónica dinámica que había caracterizado el crecimiento de ambos me­ridianos americanos a lo largo del siglo XIX, correspondió a Iberoamerica–por igual inercia geo-política- asumir de en­tra­da la condición de ‘periferia’ en el nuevo orden de relaciones atlánticas, ahora jalonadas por los impetuosos EE. UU., de América[16].

Pero en lo que concierne a Humboldt, y a diferencia del interés, al menos inicial, que éste demostró por el futuro de algunos de los  nuevos ‘gobiernos’ hispanoamericanos -México y la ‘Unión colombiana, en particular- no aparee explícito que Humboldt se hubiera preocupado de manera especial sobre el éxito post-colonial angloamericano y menos aún del temprano proceso de ‘polarización segregante’ que tan sin­gu­lar­mente marcó la historia y relaciones al interior del hemisferio americano. Sin embargo, fue otro ilustrado alemán, contemporáneo de Humboldt quien de manera incidental abordó el entonces ‘presente’ y futuro del continente americano. Precisamente cuando este último concluía la publicación de su ‘Relation..’ y mostraba ya claros signos de escepticismo sobre el futuro  político de los nuevos Es­tados americanos, Jorge Guillermo Federico Hegel iniciaba en Heidelberg -y luego en Berlín- sus cursos sobre ‘Filosofía de la Historia’ en cuyos primeros ‘ébauches’ incluyó un poco alen­ta­do­r análisis sobre lo que era la ‘naturaleza’ y el aparente ‘destino histórico’ del ‘Norte’ y ‘Sur’ del ‘nuevo’ mundo.

Aunque no están explícitamente estudiada una posible influencia de la obra americana de Humboldt en estos aportes histórico-filosóficos de Hegel[17], fu éste quien presagiando lo incierto que parecía el futuro y destino de todo el continente americano, y aunque estimó que ‘América es el país del futuro’, no pudo dejar de contradecirse[18] al añadir que la importancia histórica de sus países muy seguramente dependería de una inevitable ‘...lucha entre América del Norte y América del Sur...’[19], cosa que finalmente no se ha dado hasta el presente, no tanto en razón de una exitosa habilidad política estadounidense, sino de la manifiesta impotencia política, económica y militar del resto del continente.

Volviendo al tema del presente trabajo, quizás resultaría superfluo ahondar en comprobaciones estadísticas para demostrar el se­gun­do fra­caso experimentado por Iberoamérica a lo largo del pasado siglo XX para lograr una efi­cien­­te y ventajosa reinserción internacional acorde con su ‘masa crítica’ continental –te­rritorio, po­­­bla­ción y re­cursos-, dentro del nuevo orden de relaciones y dependencia internacionales -‘fron­­tera ame­ri­ca­na’- asumido en torno a los EE.UU. Una vez más la hipótesis de Humboldt de 1825, válida desde el punto de vista lógico-científico, habría producido para Iberoamérica los mis­­mos re­sul­ta­dos –re­in­serción ‘disfuncional’[20]- que caracterizaron la fase precedente de su historia eco­nó­mica re­­pu­bli­ca­na a lo largo del siglo XIX cen­tra­das en torno al ‘Viejo’ continente.

Sin embargo, el actual proceso de ‘globalización’ planetaria que singulariza el comienzo del 3er milenio –y próximamente 3ra centuria de vida independiente iberoamericana-, sin lugar a dudas abre para todos sus países una 3era oportunidad para que la región busque, al menos, un defi­ni­tivo reposicionamiento internacional acorde con sus posibilidades y aspiraciones; cosa que en esta ocasión –como ya viniera aconteciendo desde mitad del siglo pasado-, deberá hacer en abierta competencia con un buen número de países asiáticos y con otro tanto de los africanos.



[1] John H. ELLIOT: El viejo mundo y el nuevo (1492-1650). Madrid 1972; pp:41 y ss.

[2] ELLIOT llama la atención (: El viejo .. pág. 55) sobre que fue éste el método empírico que primó en el proceso intelectual europeo para la asimilación de las muchas dimensiones de la realidad del continente ameri­ca­no.

[3] J.H. ELLIOT: El viejo..; pp. 71 y ss.

[4] Se acepta aquí el significado amplio de ‘frontera’ de Elliot: es decir, no sólo como un límite físico entre entidades políticas, económicas o culturales, si no como fuente de inter-relaciones dinámicas en tales áreas; entre otras cosas, como fuente de expansión, transformación –e incluso rivalidades- entre países o Estados. En el caso América-Europa, además del aporte de sus riquezas metálicas al nacimiento y consolidación del capitalismo europeo; suelen reconocerse otras más tempranas: la expansión del cris­tia­nismo y sobre todo del poder Papal, la diversificación genética además; las innovaciones y progresos en la navegación, el comercio y sobre todo la guerra marítima. Walter Prescot WEBB: The great frontier. Londres 1953; pp. 100 y ss.

[5] Lo de ‘suramericano’ en la acepción que a partir de comienzos del XIX se reservó al resto del continente americano situado al sur del río Sabina.

[6] Para un debate reciente al respecto, ver los diferentes trabajos contenidos en el nº 1 monográfico de la revista de l Fundación Tavera (Madrid): Debate y perspectivas, Alejandor de Humboldt y el mundo his­pá­nico. La Modernidad y la independencia americana. Madrid 2000.

[7] De manera alguna fue accidental el papel e injerencia de Humboldt respecto al proceso de re­co­no­ci­mien­to por Europa de algunos de los nuevos Estados americanos; entre ellos de la ‘Unión’ co­lom­biana, Chile y México. Igualmente importante fue su influencia en la concreción de la política pru­sia­na respecto de dichos Estados. J.Alberto NAVAS SIERRA: Humboldt, la Nueva Granada y la ‘Un­i­ón’ colombiana (1801-1830): Una esperanza frustrada. En prensa.

[8] Para un detalle del escenario europeo en este punto: J.Alberto NAVAS SIERRA: Utopia y..; p.433 y ss.

[9] J.H. ELLIOT: El viejo..; pp. 13 y ss.

[10] No está de más advertir el sesgo estrictamente ‘hispanoamericano’, antes que ‘iberoamericano’ de la obra y aportes de Humboldt, en los que el ‘caso’ del Brasil entró apenas como un referente estadístico a la hora de estimar la población (razas y credos religiosos) y extensión del continente americano; conforme se verá a continuación.

[11] J.H. ELLIOT: El viejo..; pp. 15 y ss. Sin embargo,

[12] J.Alberto NAVAS SIERRA: Comercio y reinserción inter­­na­cio­­nal­: los «casos» latino­ame­ri­ca­no y co­­lom­bia­no. (Una hipótesis de Humboldt). En: HiN, Postdam, nº3; 2001. http://www.uni-potsdam.­de/u/romanistik/humboldt/hin/navas-HINIII.htm

[13] Se alude aquí al impresionante repunte que hacia comienzos del XIX había experimentado el comercio in­terno y externo, y en general la economía y sociedad norteamericana, una vez fueron res­ta­ble­cidos –re­cons­tituidos- los antiguos nexos y flujos de comercio, pagos y capitales entre ex-metrópoli y ex-­colonias. Se insiste aquí que dicha realidad no pudo escapar en la mente empirista de Humboldt al mo­mento de ‘re­pen­sar’ –1/4 de siglo después, cuando era mucho más evidente el repunte norte­ame­ri­ca­no- el futuro económico y político de las ex-co­lonias hispanoamericanas.

[14] Quizás no se haya escrito aún la última palabra al respecto, pero la eficiencia del modelo republicano, fe­deral y liberal americano obedecería tanto a factores ‘internos’ –sistema político, valores, roles, estructura de clases sociales y liderazgo- como a los citados de orden ‘externo’, entre los que suele destacarse la ha­bi­li­dad y coherencia con que las primeras generaciones de líderes norteamericanos actuaron frente a la ex-me­trópoli y demás potencias europeas, desde el momento mismo de las negociaciones de París de 1782-1783. J.Alberto NAVAS SIERRA: El próimo bicentenario de la independencia iberoamericana. Un inminente reto para científicos sociales y ‘políticos’. Conferencia. John Carter Brown Library. Providence (R.I.); 11 de septiembre del 2.000 (draft).

[15] Por fuera de la cadena de rupturas bilaterales debidas a las incursiones de los filibusteros ingleses y fran­ceses durante los siglos XVI y XVII en el Pacífico y Caribe y en contra de las posesiones españolas, se toma como referencia la denominada ‘guerra del rey Guillermo’–según la nomenclatura inglesa- contra Luis XIV de Francia de 1689-1697 a la que siguieron la ‘guerra de la Reina Ana’ –1702-1713- o proyección americana de la ‘guerra de sucesión española’; la guerra hispano-inglesa de 1739; la ’guerra del rey Jorge’ –1743-1748- o versión americana de la guerra de ‘sucesión austríaca’; la ‘guerra franco-inglesa’ de 1755-1763 o fase americana de la ‘guerra de los 7ª años’; y la última y definitiva de todas ellas, la guerra de in­de­pen­dencia norteamericana. La final no-involución militar de las potencias europeas en la guerra de emancipación hispanoamericana, entre otras cosas por el temor a un enfrentamiento paralelo con los EE.UU., -cosa que se hizo explícito a partir de la ‘declaración’ del Presidente J, Monroe de diciembre de 1823-, redujo la dimensión militar de este conflicto a un caso ‘interno’ o estrictamente hispánico, como mer­a­men­te anglosajona fue la segunda guerra de independencia norteamericana de 1812-1814. Los conflictos hispano-portugueses de 1752-1756 o ‘guerra de las 7 reducciones’ en torno a las misiones guaraníes; como el estado de guerra virtual hispano-ingles entre 1791-1810 se estiman ciertamente bilaterales.

[16] Para un novedoso enfoque de lo que, según la tradición de Turner, significan los conceptos de ‘frontera’ y ‘periferia’ dentro de la tradición intelectual norteamericana, Bernard BAILYN: The boundaries of history: the Old world and the New. Lectura en el acto de inauguración del edificio Caspersen, nueva sede de la John Carter Brown Library, Providence (R.I); 1992; pp. 33 y ss.

[17] No resultaría improcedente suponer que Hegel leyó y asimiló -con manifiesto beneficio de inventario- la obra americana de Humboldt . Por lo demás, las tesis histórico-filosóficas de Hegel parten de una preconcepción sobre la relación dialéctica existente entre ‘naturaleza’ –geografía- cultura y ‘espíritu’, y aunque tales presupuestos pudiera emular más a Montesqieu, Bufón o De Paw  –cosa que Humboldt rechazó-, lo cierto es que nada más iniciar la descripción geográfica, étnica y cultural del continente americano, en especial de Iberoamérica, la presencia de Humboldt resulta inexcusable, en particular cuando trata de identificar la mayor o menor predisposición hacia la independencia final entre las colonias españolas. No obstante, para Hegel  todo lo logrado y por lograr a lo largo y ancho del continente americano dependerá de la no continuidad de la presencia europea en la mente y cultura americana, cosa que para entonces sólo los norteamericanos parecían tener mayor probabilidad de lograr, así no fuera de inmediato. De entrada, fue a los EE.UU., a quienes Hegel reservó el privilegio de llegar a formar en un futuro un ‘...un sistema compacto de sociedad civil,.. y experimentar las necesidades de un Estado orgánico..’ Jorge Guillermo .Federico HE­GEL: ‘Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal’. Buenos Aires 1928, 1946; t.1º, pp.161 y ss. También: ‘La raison dans l’Histoire. Introduction á la Philosophie de l’Histoire’. París 1955 y 1965 ; p.216 y ss.

[18] En el mismo párrafo en que hizo su predicción y dado que el filósofo de la Historia no debía dedicarse al futuro sino al pasado o al presente , añadió: ‘..América no nos interesa; pues el filósofo no hace profecías’.. Ib. p.280 y 242 respectivamente.

[19] Ib.

[20] Se prefiere crear esta categoría conceptual antes que hablar de ‘resultados’ o ‘inserción’ internacio­na­les ‘negativos’. Aunque finalmente ambas cosas no hayan sido ‘positivas’ -en su sentido matemático lato-, lo que aparece del análisis histórico-estadístico intentado en los apartes precedentes es que Iberoamérica efec­tivamente logró -a lo largo del siglo XIX- una reinserción al sistema internacional, aunque dicho repo­si­cio­namiento post-colonial lejos estuvo de ser homologable, tanto con las pretensiones que de entrada po­seía y se reconocía a tan relevante porción del mundo atlántico, como con la aquí llamada ‘masa crítica’ del mismo. Esta resultante histórica resulta mucho más evidente en tanto los EE.UU., de América, carac­te­ri­za­dos con una masa crítica inicial mucho menos importante, lograron en ese mismo lapso un éxito global –eco­nómico, social y político- difícilmente augurable a comienzos del s. XIX. En su caso, y de acuerdo a la hipó­tesis de Humboldt, “comercio y reinserción internacional” post-colonial resultaron altamente ‘funcio­na­les” puesto que de aplicarse cualquier test de correlación estadístico- matemático, resultaría explícitamente evi­dente la ‘linealidad’ de la función matemática implícita. Aunque las condiciones y situaciones de entrada –co­mienzos del siglo XX- hayan sido muy diferentes muy diferentes cabe aplicar una conclusión similar a los resultados y condición final experimentados por Iberoamericana a lo largo y final de la segunda fase de dicho proceso de reposicionamiento internacional –siglo XX- intentado en torno a los EE. UU. de América.

 

 

  

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